Nadar de Noche (fragmento)

Su padre tenía puesto un impermeable cerrado hasta arriba y el pelo tan abundante y bien peinado como siempre, pero totalmente blanco. Nunca habían sido muy expresivos entre ellos. Él dijo: “Papá, qué sorpresa”, pero no se movió hasta que su padre preguntó sonriendo:
– ¿Se puede pasar?
-Sí, claro. Por supuesto.
El padre cruzó el living a oscuras y el ventanal abierto y fue a sentarse en una de las reposeras de la terraza. Desde allá miró hacia adentro, lo llamó con la mano y tocó la reposera vacía a su lado.
Él salió obedientemente a la terraza. Dijo:
-Dame el impermeable, si querés ¿Te traigo algo para tomar?
El padre negó con la cabeza. Después se estiró todo lo que pudo y respiró hondo sin perder la sonrisa.
-No, no así está bien. Va a llover en cualquier momento-dijo-. Qué maravilla. ¿De día es así, también?
-Mejor. Para Marisa y la beba, especialmente.
Marisa, y la beba. Debés tener un montón de cosas para contarme, ¿no?
Él sintió que se le aflojaba apenas la mandíbula. En los sueños en que volvía a verlo, su padre siempre estaba al tanto de todo lo que les había pasado a ellos en su ausencia.
-Sí, claro-dijo-. Supongo que sí.
-Por supuesto, no pretendo que me pongas al día con las noticias. Obviemos la política, el trabajo, el mundo en general, si es posible. Las cosas domésticas, me interesan. Tus hermanas, vos, Marisa, la Beba. Esas cosas.
A él le sorprendió que mencionara la palabra domésticas. Y mucho más aún que hubiese nombrado a todos menos a su madre, pero no supo qué decir.
-Voy a servirme un whisky ¿Seguro que no querés?
-No, no, gracias. A propósito, qué buena idea, las luces adentro de la pileta.
-No es mía-dijo él antes de entrar. La casa, quiero decir.
Cuando volvió a aparecer, con un vaso bastante lleno, se frenó detrás de la reposera de su padre y de golpe sintió que todavía no se habían tocado.
-Yo creí-dijo, desde ese lugar-que vos veías todo lo que pasaba acá, desde donde estabas.
La cabeza de su padre se movió levemente a uno y otro lado, varias veces.
-Lamentablemente no. Es bastante distinto de lo que uno se imagina.
Él miró la pileta y tuvo la sensación de que no controlaba lo que decía ni lo que iba a decir.
-Si supieras la cantidad de cosas que hice en estos años para vos, pensando que me estabas mirando. -Y se rió un poco, sin alegría pero sin amargura, para vaciarse los pulmones nomás. —
O sea que no sabés nada de estos cuatro años. Qué increíble.
El padre se reacomodó en la reposera y lo miró de costado.
-A lo mejor hay cambios, adonde nos mandan ahora. Si te sirve de consuelo.
Él lo miró sin entender.
-Hubo un traslado. Voy a estar en otra parte, a partir de ahora. No sólo yo, muchos más. Las cosas allá no son tan ordenadas como se supone. A veces pasan estos imprevistos. Digo, que esté ahora con vos.
– ¿Y por qué conmigo? ¿Por qué no fuiste a ver a mamá?
El padre miró un rato la luz ondulante de la pileta. Su cara cambió muy levemente, hubo un ínfimo matiz de tristeza en su inexpresividad. (…)

Juan Forn

Buenos Aires, 5 de noviembre de 1959-Villa Gesell, 20 de junio de 2021

Escritor, traductor y asesor literario argentino.

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