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Con Vehemente Locura, el Matrimonio de Frida y Diego

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El Matrimonio de Frida y Diego

No es de extrañar que la boda de un elefante y una paloma tuviese lugar en México a principios del siglo XX un país y un tiempo prodigiosos donde todo parecía posible.

Ocurrió cuando los pintores Diego Rivera y Frida Kahlo se casaron el 21 de agosto de 1929. La historia de Frida y Diego fue una historia en la que se conjugaron el arte, la política, la enfermedad y el dolor y que solo ahora estamos empezando a recomponer de a poco.

Ocurrió en 1922 mientras Diego Rivera pintaba La creación, un enorme mural en el anfiteatro del centro donde estudiaba Frida cuando se produjo el big bang.

Con Vehemente Locura, el Matrimonio de Frida y Diego

El lugar era la Escuela Nacional Preparatoria, situada en el centro de la ciudad de México en el conocido hoy como Antiguo Colegio de San Ildefonso. Frida Kahlo era apenas una adolescente, pero ya había algo fuera de lo común en ella: era una de las 35 mujeres entre los 2.000 estudiantes que se preparaban allí para entrar en la universidad. Con su prominente barriga, Diego se paseaba de un lado al otro de los andamios afanándose en el trabajo mientras desde el suelo le acompañaba a veces Lupe Marín, su futura esposa, que aparecía retratada en el mural dos veces con su larga melena negra, como “la justicia” y como “la mujer”.

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Lupe Marin

Lupe acostumbraba a llevarle la comida a Diego en una cesta, y se quedaba para hacerle compañía y vigilarle, sabedora de quién era su pareja. Tenía motivos para estar pendiente de él, porque en otras ocasiones era Nahui Olin, pintora, poeta y amante de Rivera, la que aparecía por allí.

Frida se colaba para observar al pintor, gastándole bromas infantiles como robarle comida de la cesta o enjabonar las escaleras para que resbalase. Ante los 150 metros cuadrados que ocupaba La creación, se desarrollaba un melodrama en el que arte y vida real se mezclaban en una complicada maraña que acompañaría siempre a sus protagonistas.

No está claro si ella se enamoró del pintor ya durante aquellos días o forma parte de la leyenda. En sus memorias, Diego Rivera describe que él se encontraba pintando en alto del armario, con Lupe tejiendo abajo, cuando apareció una joven que no aparentaba “más de doce años” preguntándole si podía quedarse viéndole pintar.

“Después de algunas horas, se despertaron los celos de Lupe y se puso a insultar a la muchacha”. Tan chiquita y no les tiene miedo a las mujeres fuertes como yo.

De quien sí está probado que se enamoró con mucha intensidad durante aquellos días la joven Frida fue de su compañero Alejandro Gómez Arias, un líder estudiantil que destacaba por su carisma entre sus compañeros de la prepa.

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Alejo Gomez Arias

En aquellos años postrevolucionarios, México hervía de ideas convulsas, conflictos sociales, económicos y culturales, y las aulas de la escuela eran un reflejo de lo que sucedía en el exterior.

Según contaría Alejandro años después, en aquella época tuvo Frida un romance con el profesor de grabado y además la sedujo una empleada de la biblioteca de la secretaría de educación pública a la que había acudido a buscar empleo, en la que sería la primera de sus muchas relaciones con otras mujeres a lo largo de su vida. Los Kahlo ya habían tenido su ración de amores prohibidos cuando Matilde, la hermana mayor de Frida, se fugó a los 15 años con su novio. La madre pasó varios años sin hablarle pese a que la pareja acabó casándose y gozaban de una buena posición económica.

Los padres de Frida no veían con buenos ojos su romance con Alejandro,y entre la paralización de las clases y la falta de permiso paterno, los jóvenes no se veían tanto como les hubiera gustado. Sin embargo, estaban juntos el día que cambiaría la vida de ella para siempre. Frida y Alejandro viajaban en un autobús, un cochecito de madera que al llegar a la esquina de las calles Cuahutemotzín y 5 de febrero fue embestido por un tranvía.

Accidentes como ese no eran inusuales en aquellos días en los que el tráfico de la ciudad de México era, como ahora, violento y agresivo. Cosas como esas ocurrían todos los días. A Frida se le rompieron la tercera y cuarta vértebras lumbares, su pelvis quedó aplastada, su pie se quebró por once sitios distintos y la barra de metal del pasamanos entró por su cadera izquierda y le salió por la vagina, rompiendo el labio izquierdo. Frida tuvo que pasarse nueve meses con un corsé de yeso, inmovilizada, rota.

Alejandro mientras siguió con su vida. Viajó al extranjero y continuó formándose hasta acabar por romper aquel noviazgo adolescente con Frida para alivio de la familia de él que ya habían considerado a la joven una pareja inconveniente y ahora además era posible inválida. Le costó muchísimo pero Frida se recuperó. Para 1928 podía volver a salir de casa sola y lo hizo hambrienta de vida y de experiencias. Entre ellas Tina Modotti exactriz de Hollywood en películas mudas, fotógrafa y comunista.

Los tiempos de Tina

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Tina Modotti

Tina y Frida se hicieron íntimas juntas acudían a manifestaciones, reuniones políticas y fue Tina la que animó a Kahlo a vestir de forma sobria con camisas y colores neutros como “una buena comunista”. En la casa de Tina y de su pareja el fotógrafo Edward Weston se celebraban fiestas a lo grande con alcohol, mezcla de artistas, políticos y revolucionarios. Armas y peligro.

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Edward Weston

Allí coincidieron de nuevo Diego Rivera, amante de Tina y Frida Kahlo. No está claro cómo de desarrolló el inicio de la relación porque ambos contaron diferentes versiones a lo largo de los años y además les encantaba fabular sobre sí mismos, pero una de las más populares –y atractivas– es que ella le llevó varios lienzos que había pintado mientras él trabajaba en los murales de la Secretaría de Educación Pública.

“Diego, baja” le gritó al pie del andamio. “Así lo hizo y me dijo tienes talento” refería Frida.

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Tina había sido amante de Diego Rivera, lo era de Mella y también de Vidali.

Lo frívolo se mezcló con lo delictivo cuando la noche del 10 de diciembre de 1929 alguien le disparó dos tiros a Julio Antonio Mella mientras paseaba con Tina Modotti.

En la investigación posterior se descubrieron contradicciones en la declaración de Tina, lo que levantó sospechas de que fuese cómplice del crimen.

La prensa se cebó con la historia, que incluía a una bella extranjera, oscuros intereses políticos y la presencia del famoso Diego Rivera que intercedió por Tina ante el presidente de México.

Tina Modotti acosada por las autoridades, el público y la prensa tuvo que dejar México en 1930 acompañada de Vidali, con el que acabó recalando en España durante la Guerra Civil en la que tomaron parte a favor de la República.

Un Comunista entra en la Casa Azul

En un plano en teoría más amable de la existencia, Diego Rivera comenzó a visitar cada domingo la Casa Azul de Coyoacán. Prueba de lo implicado que empezaba a estar en la familia es que no solo pintaba a Frida en sus obras, sino también a su hermana menor Cristina inspiración para representar “la fuerza” “el conocimiento” o “la pureza” en sus murales. Mientras cortejaba a Frida sin desmayo.

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Por un lado Diego era uno de los pintores más respetados y famosos de su tiempo. Por otra era un comunista declarado y estaba ya divorciado dos veces, la primera de la pintora rusa Angelina Beloff y la segunda de Lupe Marín, que le había abandonado por otro hombre. Con Lupe tenía dos hijas, más una de una relación anterior con la pintora Marievna Vorobieva a la que no había reconocido y mantenía a rachas.

“Contrajo matrimonio el discutido pintor Diego Rivera con la señorita Frieda Kahlo,una de sus discípulas”, anunciaba con alguna errata el diario La prensa sobre el enlace celebrado el 21 de agosto de 1929 en el palacio municipal de Coyoacán.“La novia vistió, como puede verse, sencillísimas ropas de calle y el pintor Rivera de americana y sin chaleco”

La fiesta se celebró en la azotea de casa de la ex amante de Diego, Tina Modotti y la encargada de preparar la comida no fue otra que Lupe Marín su ex esposa. El mexicanísimo menú ha sido recreado en numerosas ocasiones y hasta lo ofrecen algunos restaurantes sabedores del tirón del nombre de Frida. Humillada, Frida regresó a la Casa Azul hasta que varios días después Diego fue a buscarla y consiguió que se instalase con él en su primer hogar en común en el número 104 del paseo de la Reforma.

Los Tóxicos

El amor de Frida por Diego y de Diego por Frida ha alcanzado tanta categoría de legendario como ellos mismos, aunque desde el día de su boda –quizá antes– se percibe que lo que durante tanto tiempo se describió como una unión más grande que la vida escondía también un lado perverso y malsano.

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Primer casamiento de Frida y Diego

Matrimonio de Frida Kahlo y Diego Rivera

Matrimonio de Frida Kahlo y Diego Rivera
Matrimonio de Frida Kahlo y Diego Rivera

Elena Poniatowska cuenta “Lupe Marín vive la vida de Diego. No solo lo busca en los periódicos, sino que acude casi todos los días a la Casa Azul.

También cuando ambas parejas compartían en Tampico 8 dos apartamentos encimados, Lupe subía a cerciorarse de que la comida de Diego era la que ella había preparado. Con la anuencia de Frida mete la cuchara en todo”.

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Lupe y Frida

Tanta era su implicación que fue un hermano médico de Lupe el que trató un aborto que sufrió Frida al poco de casarse. Esto podría verse como una extraña armonía alejada de toda moral burguesa, una entente cordiale entre personas que están por encima de lo establecido o como una situación que provoca la personalidad de un hombre incapaz de soltar del todo los lazos, a quién le gusta mantener un harén a su alrededor formado por una esposa, una amante oficial, multitud de amantes y en ocasiones también la ex esposa por ahí.

Lupe y Frida terminaron siendo amigas y la pintora contribuyó a que la relación de Diego con sus hijas fuese más fluida y estable. La influencia de Diego en Frida se notaba no solo en su vida íntima sino en los detalles más visibles.

Por él dejó los atuendos proletarios que le había recomendado Tina Modotti y comenzó a vestirse como las indígenas de México, orgullosa de la rica tradición de su país y a la vez de convertirse en un bello adorno que complacía a su famoso esposo. Él era el pintor reconocido, el artista de fama internacional al que reclamaban en el mismo año 29 de su boda primero en Cuernavaca y luego en Estados Unidos. En el libro de Gerry Souter dedicado a la pareja se dice que ella al principio asumió el papel de esposa sumisa sin ambages, pero esto cambió allí. Primero recalaron en San Francisco, donde Rivera retomó la relación con Edward Weston, el fotógrafo amante de Tina Modotti, que había regresado a su país.

Frida era muy consciente de las secuelas que el accidente le había dejado, y cuando se quedó embarazada de nuevo se mostraba aterrada por si podría tener al niño. Sabía además que no habría nadie para cuidarla antes y después del parto, pues Diego estaba “muy ocupado” y sabía que él en realidad no deseaba más hijos. Durante sus años en Estados Unidos Frida sufrió dos abortos que la dejaron maltrecha y dolida en lo emocional que plasmaría en distintas obras. También era consciente de que Diego le ponía los cuernos siempre que tenía ocasión y ella lo disculpaba y toleraba.

Viva la paz de nuestro hogar

Al volver a México a finales del 33 Diego y Frida se instalaron en la casa de San Ángel. En realidad dos casas unidas por un puente diseñadas por el arquitecto Juan O’Gorman.

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La Casa de San Angel

La casa más grande, rosada, pertenecía a Diego, y la azul a Frida, que tenía en su mano cerrar el acceso del puente que las unía cuando quisiera. Este pintoresco detalle podía ser un reconocimiento a su mutua independencia, pero también una forma de alejarse en una relación que ya estaba muy deteriorada. Por aquel entonces Diego volvió a pintar a Cristina Kahlo la hermana menor de su esposa a la que tras tener dos hijos su marido la había abandonado.

Frida se enteró y se dio cuenta de que aquello había nacido mucho tiempo atrás antes de que se casasen cuando él la visitaba en la Casa Azul.

El golpe de descubrir que en esta ocasión su marido le ponía los cuernos con su hermana fue demasiado incluso para ella. En un gesto dramático, se cortó el pelo que tanto le adoraba Diego. Sufrió un aborto de un feto de 3 meses, tuvieron que extirparle el apéndice y se le reabrieron e infectaron las heridas del pie. La relación era complicada, y el intento de ruptura no llegó muy lejos.

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Georgia O’Keeffe

Aunque se mudó al número 432 de la avenida Insurgentes, no dejó de ver a su marido ni de defender sus cambios de carácter y ofensas. Además Frida no era independiente en lo económico, él se ocupaba de sus gastos médicos y manutención, que no eran pocos. Muestra de la conmoción que sufrió Frida en aquella etapa es que paró de pintar casi del todo, hasta que realizó “Unos cuantos piquetitos” el cuadro de irónico nombre sobre una mujer asesinada a cuchilladas por su pareja. También tuvo sus propios romances con hombres y mujeres y aunque a Diego nunca le importaron las relaciones lésbicas de su esposa –los rumores la ligan con Georgia O’Keeffe, Josephine Baker y Dolores del Río– no llevaba bien que se liase con otros hombres.

Al escultor Isamu Nogushi, con el que Frida se acostó cuando todavía no se habían reconciliado de forma oficial tras el affaire con Cristina, Diego le amenazó muy tranquilo y frío asegurándole que en su pistola tenía una bala con su nombre.

Tampoco llevaba bien su relación intermitente con el fotógrafo Nickolas Muray. En el 36 Frida se instaló de nuevo en la casa de San Ángel, se reconcilió con su hermana Cristina y recuperó los lazos con sus adorados sobrinos Isolda y Antonio.

Y en eso llegó…

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Al año siguiente la historia arrasadora del siglo XX volvió a llamar a la puerta de la pareja de modo literal. El exiliado más famoso del mundo, León Trotski y su esposa Natalia Sedova llegaron a México huyendo de Stalin. Les había invitado el presidente Lázaro Cárdenas influido por Rivera. Para complicar más las cosas de dos exiliados en amenaza constante de muerte enseguida se inició un breve romance entre el revolucionario y Frida a espaldas de Natalia que no entendía inglés.

En un perverso juego de espejos Frida utilizó para sus encuentros con Trostki la casa de su hermana Cristina a la que el hombre también intentó seducir, esta vez sin éxito. Cuando Natalia se enteró de lo que ocurría le dio a su esposo un ultimátum y los amantes dejaron de verse con más alivio que pena para Frida. A principios del año 39 la relación entre Trostki y Rivera se había enfriado por una mezcla de desavenencias políticas y celos y los rusos tuvieron que dejar la Casa Azul.

En apariencia Diego y Frida eran una pareja abierta en las que las infidelidades no producían mayores dramas que cuando se mezclaban los lazos familiares de por medio.

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Lucienne Bloch

Ella describía así a su marido en una carta a su amiga Lucienne Bloch en el año 38, demostrando que sabía a la perfección de qué iba el percal: “Sigue siendo el tipo genial que siempre fue, a pesar de su debilidad por las “señoras” (la mayor parte, jovencitas americanas que vienen a México a pasar dos o tres semanas y a las que está siempre deseoso de enseñar sus murales fuera de ciudad de México)… bueno, que sigue siendo el chico encantador que conociste”. Sin embargo, a Dolores del Río le pintaba un panorama menos armónico: “Diego me ha hecho sufrir tanto que no puedo perdonarlo fácilmente, pero todavía lo quiero más que a mi vida, él lo sabe bien y por eso se encaja”

En su biografía, Diego Rivera es tajante con los motivos que llevaron a su separación: “La situación entre nosotros empeoraba cada vez más. La llamé por teléfono para suplicarle que nos divorciáramos. Esto surtió efecto y Frida declaró que ella también quería divorciarse de inmediato. Yo solo quería ser libre para tener relaciones con cualquier mujer que me gustara. Lo que ella no podía entender es que yo escogiera mujeres que no eran dignas de mí, o inferiores a ella”. Con la ruptura, ella se instaló en la Casa Azul y se dio al coñac.

Pese a estar protegidos y vigilados de forma permanente,en mayo de 1940 Trostky y Natalia sufrieron un atentado en el que participó el pintor Siqueiros, estalinista convencido. Sobrevivieron a la veintena de hombres que asaltaron la casa disparando 400 tiros, pero no así al siguiente atentado mucho más discreto llevado a cabo por un solo hombre: Ramón Mercader. A raíz del anterior atentado ya habían intentado interrogar a Rivera como sospechoso pero él había huido a San Francisco. A raíz de este asesinato retuvieron a Frida durante dos días porque había conocido a Mercader e incluso le había invitado a cenar con ella.

“Saquearon la casa de Diego”contaría ella.“Mi hermana y yo pasamos dos días llorando en la cárcel. Nos soltaron al cabo de dos días porque no éramos culpables ni del asesinato ni de los balazos”.Después de este traumático episodio, ella también se refugió en San Francisco, donde estaba su exmarido, e inició un romance con el coleccionista Heinz Berggruen que estaba destinado a fracasar: “Tuve que reconocer que nuestra relación para ella no era más que un episodio”.

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Maria Félix

El divorcio de Frida y Diego fue efímero: el 8 de diciembre de 1940 se casaban de nuevo, pero esta vez con unas condiciones muy concretas. Serían socios, vivirían juntos y no tendrían relaciones sexuales.

Es Diego el que mantiene la economía familiar –Frida apenas es reconocida en vida, la primera venta importante de cuadros que hizo fue al actor Edward G.Robinson por 800 dólares– y ella la que lo gestiona todo. De hecho cuando Diego se enamoró en el año 49 de otra mujer tempestuosa, la actriz María Félix, fue Frida la que le envió una carta con dibujos de palomas pidiéndole que aceptase la propuesta de matrimonio de su todavía marido.

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Frida y Chavela Vargas

Tampoco está claro que ella tuviese, en esta etapa final de su vida, una relación con la cantante Chavela Vargas. En esta etapa en teoría tranquila de su vida, Frida comenzó a impartir clases en la escuela experimental de pintura y escultura de la calle La Esmeralda en la colonia Guerrero. Como profesora con métodos modernos que era, sacaba a sus estudiantes a la calle y cuando sus achaques no le permitían trasladarse mucho a veces les llevaba a la Casa Azul y les daba la lección allí mismo.

Decía Frida por esa época: “La pintura llenó mi vida. Perdí tres hijos y otra serie de cosas que habrían colmado mi horrorosa existencia. La pintura ocupó el lugar de todo eso. Creo que el trabajo es lo mejor” “No hablaré de Diego como de “esposo” porque sería ridículo avisaba. Tampoco como de un amante, porque él abarca mucho más allá de las limitaciones sexuales y si hablara de él como de mi hijo no haría sino describir o pintar mi propia emoción, casi mi autorretrato y no el de Diego”.

No está claro si Frida Kahlo acabó suicidándose de verdad, con la ayuda de alguien, o su muerte se produjo por circunstancias naturales. La encontraron muerta en la Casa Azul el 13 de julio del 1954.

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Dolores del Rio Frida y Diego

Al año siguiente, Diego Rivera se casó con Emma Hurtado, que sería su cuarta y última esposa pero se pasó los pocos años que le quedaban de vida –falleció en el 57– hablando de Frida. “Desgraciadamente no supe amarla a ella sola, pues he sido siempre incapaz de amar a una sola mujer”.

A pesar del marketing, toda Frida es política.

Hoy Frida Kahlo se ha convertido en un icono mundial reconocible con solo un primer vistazo y un lucrativo producto de marketing. La publicación de la biografía de Hayden Herrera a principios de los 80 dio comienzo a la entronización de Frida como una de las artistas más famosas de nuestros días, más que cualquiera de sus cuadros, lo que implica también una frivolización sobre ella.

En un mundo falto de referentes pictóricos femeninos, Frida se convirtió en un asidero con el que fascinarse. Diego Rivera era el pintor del pueblo, de las gestas, de las grandes obras, de la vivencia colectiva de los pueblos en la línea del arte comunista, pero a veces cuesta empatizar con él como sí ha tocado el espíritu de la gente la pequeña, conmovedora, humilde muchas veces obra de Frida. Frente a los grandes murales de Diego, la mayoría de los cuadros de Frida son pequeños, algunos casi miniaturas. Con su profunda imbricación entre vida y obra demostraba que solo se puede ser universal desde lo particular.

Frida hablaba de sí misma, de sus dolores y penas particulares, que eran únicos y suyos, pero de forma paradójica así es como logró conmover a miles de personas décadas después de su muerte, desde su experiencia particularísima, desde un arte que no se entiende del todo sin comprender su vida y sus dolencias. También hay algo de relectura feminista en el redescubrimiento de Frida, con su bisexualidad y su rebeldía en medio de un mundo en blanco y negro. Además su aspecto único –uno puede “disfrazarse” de Frida Kahlo– no era solo un adorno, sino que la convertía en una reivindicación de “lo mexicano” y una proclama ética y estética. Frente a ella, Diego sigue siendo famoso y respetado, pero al revés de lo que ocurría en su época, es imposible mentar su nombre sin acordarse de Frida Kahlo.

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Carlos Fuentes en El diario de Frida Kahlo describe la única vez que la vio, entre el público del palacio de Bellas Artes durante una representación de Parsifal: “Frida Kahlo era una Cleopatra quebrada que escondía su cuerpo torturado, su pierna seca, su pie baldado, sus corsés ortopédicos, bajo los lujos espectaculares de las campesinas mexicanas. Los encajes, los listones, las rumorosas enaguas, las trenzas, los huipiles, los tocados tehuanos enmarcando como lunas ese rostro de mariposa oscura, dándole alas: Frida Kahlo, diciéndonos a todos los presentes que el sufrimiento no marchitaría, ni la enfermedad haría rancia, su infinita variedad femenina”

Todavía en vida, el pintor entonó una especie de tibio mea culpa ante Gladys March: “Demasiado tarde me daba cuenta de que la parte más maravillosa de mi vida había sido mi amor por Frida, aunque realmente no podría decir que, si me fuera dada otra oportunidad, me comportaría con ella de manera diferente. Cada hombre es producto de la atmósfera social en la que crece y yo soy quien soy. No tuve nunca moral alguna y viví sólo para el placer, doquiera que lo encontrara. Si amaba a una mujer, mientras más la amaba, más deseaba lastimarla. Frida solo fue la víctima más obvia de esta desagradable característica de mi personalidad”.

La lucidez del final

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La Casa Azul

Quizá la mejor definición de su desquiciada, dependiente, dolorosa relación la hizo Frida cuando le escribió una carta poco antes de su muerte, justo cuando iban a amputarle la pierna: “No me aterra el dolor y lo sabes, es casi una condición inmanente a mi ser, aunque sí te confieso que sufrí, y mucho, la vez, todas las veces, que me pusiste el cuerno, no solo con mi hermana sino con otras tantas mujeres. ¿Cómo cayeron en tus enredos? Tú piensas que me encabroné por lo de Cristina, pero hoy he de confesarte que no fue por ella, fue por ti y por mí, primero porque nunca he podido entender, ¿qué buscabas?, ¿qué buscas?, ¿qué te dan y que te dieron ellas que yo no te di? Porque no nos hagamos pendejos, Diego, yo todo lo humanamente posible te lo di y lo sabemos, ahora bien, cómo carajos le haces para conquistar a tanta mujer si estás tan feo, hijo de la chingada”

“No quiero volver a saber de ti ni que tú sepas de mí, si de algo quiero tener el gusto antes de morir es de no volver a ver tu horrible y bastarda cara de malnacido rondar por mi jardín.

Es todo, ya puedo ir tranquila a que me mochen en paz.

Se despide quien le ama con vehemente locura,

Su Frida”

Fuente Vanity Fair

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